miércoles, enero 25, 2006

Composición “Mis Vacaciones”

Raras, mis actuales vacaciones. Y “vacaciones” entre comillas, además.
Raras, porque no se ajustan a lo que han sido, habitualmente, mis vacaciones. Vaya un repaso para explicarme mejor:

1965-1973
Vacaciones de niño que va donde lo llevan sus padres.
Generalmente el destino era Cartagena, donde teníamos una inmensa casona familiar, que aún sigue en pie (me parece que actualmente cobija alguna entidad municipal, pero no estoy seguro). Buenas vacaciones, con primas y primos, Playa Chica y Playa Grande, loquitos mayo en el restaurante La Bahía (pocas cosas me gustan más que los locos con mayonesa; por ahí me descuido y me he bajado una docena…; bué, no tanto, pero sí unos 7 u 8 moluscos conchalepas conchalepas, el “recurso loco”, de los grandes ¿eh?, de esos pata ‘e caballo). También rememoro algunos veraneos en Santo Domingo, algunos paseos a Algarrobo y viajes a Lima. Todo bien.

1974-1983
Vacaciones de pre púber, púber y adolescente en las playas de Lima, y sus alrededores.
La gracia es que en el Perú, al menos en esos años, teníamos casi 4 meses de vacaciones. Claro, salíamos del cole cerca del 11 de diciembre y entrábamos a clases por ahí por el 4 de abril. Y la otra gracia era que las playas de Miraflores quedaban a no más de 8 cuadras de mi casa, y en bajada. Además, todavía no estaban contaminadas, así que era cosa de caminar (o “tirar” dedo, o irse en bus) y gozar del mar y las olas, a pecho o con tabla, todo el santo día, sin ni gota de bloqueador. El regreso solía ser agotador, pero ya en la casa, después de un buen cebiche, su ají de gallina o su lomito saltado, tras haber desvalijado las chichas moradas del refrigerador familiar, el ánimo para ir a la "yapla" el otro día estaba incólume. Por ahí también salían invitaciones a balnearios más apartados, como El Silencio, Punta Hermosa, San Bartolo; campings a Cerro Azul, Gallardo o el León Dormido (foto 1), y viajes largos al norte peruano, donde gozaba del exquisito cebiche de conchas negras. ¡Bravazo!

1984-1989
Vacaciones de jovencito universitario.
Mitad en Chile, mitad en Perú. Relajo absoluto. Mitad en Chile, principalmente, a la casa de mis tíos Miguel y Pilar (y mis primos de los mismos nombres), en el lago Rapel, comuna de Las Cabras, zona de Llallauquén, sector de La Loma. Harta muchachada, carnavales deportivos, festival de la voz, humitas por montones, pan amasado con tomate y ají verde, allí por primera vez me deleité con los ojos turquesa y la sonrisa kilométrica y diáfana de la mujer -reina del lago- que se apoderó de mi corazón y me ha dado tres hijos maravillosos. ¡Rico!
Mitad en Perú, lo ya dicho, yapla y más yapla con familia limeña, más un récord de 6 ó 7 viajes al circuito Arequipa, Cusco, Machu Picchu. ¡Bacán, chévere!

1990-2005
Vacaciones de trabajador con sueldo fijo.
Periodista de Codelco Chile División Salvador: Lima la inolvidable y mi familión, también veraneos en Bahía Inglesa, métale erizos con salsa verde (los erizos casi le disputan su lugar a los locos mayo, según mi gusto, ojo), para rematar en Rapel, casita rica, tranquilidad familiar, paz, amor. ¿Una semana larga en Bahía de Sao Salvador, amor? Listo nomás, Itaparica, Ilha dos Frades, Largo do Pelourinho, abacaxi, moqueca, ananá, camarao… ¡Camarao! (Por ahí con los locos y erizos…, hasta que casi me despacho por una alergia cuasi delicitiva de asesinato). A la vuelta, hijos, Rapel, casita.
Asesor comunicacional de Codelco El Teniente: Lima te busco y te sigo encontrando, cebiches, hermanas, anticuchos de corazón, tías y primos, seco de cordero, amigas y amigos, carapulcra, ex compañeros de colegio, chelas, chelas y más chelas, ¡al polo!
Periodista del Ministerio de Salud: Los mejores camping del mundo en la Tercera Región (provincia de Vallenar, comuna de Huasco), en playas indómitas, paradisíacas (Punta de Lobos, Bahía Sarco, Playa Blanca, cerca de Carrizal Bajo), con mis compadres María Fernanda y Febunba. Es difícil describir las comodidades de esas vacaciones (si aquí mi amigo Felipe me ayuda, mejor), un resort de lujo donde antes no había nada, en virtud de la generosidad sin límites del tata Homero Callejas. Hum, pesca, jaibas… Jaibas, qué delicia. ¡Y LOCOS! Mejor ni sigo, que me pongo a llorar.

2006
“Vacaciones” raras -entre comillas, como decía al principio- de trabajador independiente (sin sueldo fijo), lleno de proyectos que se demoran en concretar ("espérate a marzo" y etcétera), con peguitas chicas de pocas lucas que salvan algo, otras medianas que se aparecen a lo lejos y con expectativas que exigen estar conectado a un computador que, generalmente, escamotea los mails esperados, porque quien debe mandarlos está de vacaciones sin comillas.
La familia, en la casita de Rapel (foto 2).
El autor de esta composición, yendo y viniendo por la Autopista del Sol, gastando en bencina y peaje las lucas, pocas, de las peguitas chicas que algo salvan.

lunes, enero 16, 2006

Flores para una Michelle

(Versos escuchados a mi Mama Palí)

Peno por una Susana,
padezco por una Anita,
suspiro por una Rita
y muero por una Juana.


La Lucrecia me da pena
tan sólo de oírla nombrar,
por celos con la Pilar
odio me tiene la Elena.
Si miro a la Magdalena
se enoja la Cayetana;
para ver a la Juliana
he de engañar a la Amelia.
Lo mismo que por la Delia,
peno por una Susana.

Me acaricia la Tadea,
me lisonjea la Ignacia,
me permite la Anastasia
que hable con la Dorotea.
Mucho más que la Matea,
me gusta una Margarita;
una Petronila quita
a mi vida la existencia,
para mayor complacencia
padezco por una Anita
(No sé cómo siguen las décimas de tantas mujeres, pero hoy recuerdo a mi Mama Palí, que me crió, y celebro a una Michelle).

martes, enero 10, 2006

Marcelo Simonetti y cuentos (y réclame)

Entre julio y diciembre tuve el privilegio de participar en el Taller de Cuentos “Vuelos y Reparaciones”, impartido por el periodista y escritor Marcelo Simonetti, viejo amigo de la universidad, diestro como pocos con el balón de fútbol, buen catador de vino tinto, porteño de cepa y múltiples colores, páginas amarillas del rodeo chileno, sibarita gozador de la culinaria peruana, guionista creativo y busquilla, promotor obsequioso del brebaje llamado absenta, redomado fiasco en computación y cibernética, enciclopedia ilustrada en buena literatura, acaparador incesante de premios literarios… En la segunda clase nos explicó que “la doble adjetivación, cuando no enriquece, mata”. No sé si aprendí la lección.

Soy un agradecido del taller literario de Simonetti, porque este profesor -tantas veces adjetivado en el párrafo precedente- domina la materia que comparte y la prepara con antelación y cuidado. Pero lo mejor, a mi juicio, es que baja al llano de los aprendices, con lo que logra que los alumnos se sientan en confianza y lean sus trabajos narrativos -muchas veces pletóricos de torpezas y carencias- como si se tratase del “¡Diles que no me maten!”, de Rulfo, de “Los asesinos”, de Hemingway o de “La gallina degollada”, de Quiroga. Finalizada la lectura, el resto de los pupilos y el profesor, en ese orden, comentan, critican, aportan para enriquecer y el alumno lector se va para la casa (o a donde guste, no hay instrucciones al respecto) con la certeza de que está lejos de los autores mencionados, pero también con un resto de fe en que se va acercando.

Marcelo Simonetti es autor del libro de cuentos “El abanico de Madame Czechowska” (premio Municipal de Santiago, Chile) y de la novela “La traición de Borges” (premio Casa de América, España), lo que junto con ratificar su capacidad literaria le ha permitido abultar su billetera. He de confesar en este instante, aun a riesgo de echarlo al agua, que en virtud de que mi cumpleaños coincidió con su regreso de Madrid, de la fiesta del galardón, los efectos del jet lag obraron en mi beneficio y me regaló uno de los ejemplares de “La traición de Borges” (¡uno de los diez que le correspondían!; si el propio autor quiere otro debe comprarlo; las editoriales abusan, me parece). Por si fuera poco, cogió pluma y lo autografió en mi presencia, dedicándome palabras esperanzadas (de él) y esperanzadoras (para mí).

Me gustó harto la novela de Marcelo Simonetti. La encontré redondita, con personajes bien configurados y de aspecto real dentro de sus alucinaciones; con una dosis de humor muy necesaria, que no extraña a quienes conocemos al autor, entremezclada con recursos borgianos insospechados y hechos vivos que tienen fecha en el calendario. Bué…, tampoco soy crítico especializado, pero la recomiendo. Si quieren saber más, cómprenla.

Vuelvo al querido taller, que me sumergió en la lectura (muchas veces relectura, o lectura “alumbrada”) de maestros de la estatura de Cortázar, Raymond Carver, Carlos Fuentes y Adolfo Bioy Casares, entre otros, y de algunos microcuentistas que ignoraba y me sorprendieron (Ibargüengoitia, Delerm, Lobo). Que me permitió, además, conocer la creatividad y los nacientes talentos narrativos de mis compañeros, Xime, Mariel, Nico y Felipe (a quienes podría publicar aquí, si me autorizan), de algunos más que no perseveraron tanto, y de Marco Antonio Bugueño, que escribe con categoría, es cosa de pinchar su nombre y leerlo.

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Como me gustó el cursito, lo difundo: Marcelo está convocando a un nuevo taller para principiantes, llamado “Queremos tanto a Julio”, que analizará la técnica y algunos textos de Cortázar, con el fin de introducir a los alumnos en la escritura de cuentos. Duración: cinco sesiones. Días: miércoles 11, 18 y 25 de enero; lunes 30 de enero y miércoles 1 de febrero, a las 19.30 horas. Lugar: Cousin 0227 (zona de Bilbao con Seminario). Inscripciones y mayores informaciones, fonos: 297 94 46 ó (09) 438 30 14. Valor: $ 35.000. El tallerista suele lucirse con café y galletitas.

lunes, enero 02, 2006

Chofer de puerto

… y partimos a Valparaíso a ver los fuegos, mi alma.

Los preparativos, en Laguna Verde, bajo el alero de la hermosa cabaña del Yuri y la Cotita, en un escenario boscoso de pinos y eucaliptos de 30 metros o más. ¿Unas chelitas así como para comenzar? ¡Unas chelitas así como para comenzar!

21 horas. 21 personas, grandes y chicos, se aprestan a despedir el 2005. Los chicos juegan a las escondidas y el que busca tiene que revisar tras los árboles enormes para encontrar. Los grandes se parecen (nos parecemos) al villancico de los peces en el río: “beben y beben y vuelven a beber”... <º)))))><

- ¿No será mejor que veamos los fuegos desde algún mirador, más que ir al puerto mismo? – aventuro–. Porque después, para salir…
- Sí, mejor. ¿Otra cerveza?
- Póngale.

23.15 horas. Las 21 personas llegan en tres vehículos a una MUY EMPINADA calle del cerro Cordillera. El furgón de Yuri, que ha trasladado a 12, toma lugar junto a la vereda y abre su puerta trasera, junto a la que luego instalaremos la mesa con botellas y vasos, calma, calma, espérense que me estacione…, que acá no es nada fácil, pienso. A mi compadre Febunba (el as de los blogs) le resulta sencillo, porque un vecino generoso le ofrece su estacionamiento y luego su terraza y luego su baño y luego “lo que quieran, acá Rafael para servirlos”. Ufff, por fin lo conseguí… Tamare, la calle empinada ésta.

23.30. Los 21 esperamos las 12. Los niños corren y saltan con prohibición expresa de ni siquiera tocar la calle. “Mira qué rápido pasó ese hueón hacia arriba”. “Es que es difícil manejar en estas calles tan empinadas, y para qué te digo estacionar entre dos autos…”.

23.45
Yuri: “Monito, creo que es mejor que des vuelta tu auto.
Yo: “¿Yo?”.
Yuri: “Ponlo atrás de mi furgón, entre la mesa y ese taxi. Así marcamos nuestro territorio y, además, cuando nos vayamos, sales derechito para arriba”.
Yo: “Glup”.

23.50. Misión cumplida. Me merezco un whisky.

23.59.56


5
4
3
2
1



Eeeeeeeeeehhh, ¡feliz año nuevo! Venga pacá mi amor, muac-muac-muac. Martín, feliz año, que se le cumplan todos sus deseos, hijo. Feliz año nuevo, Chentito, que lo pases súper bien; feliz año nuevo, Frani, mire qué lindos los fuegos…

00.15
Eeeeeeeeeehhhh, ¡salud, amigo; salud, compadre; salud, comadre; feliz año! ¿Un roncito ahora? ¡Eeesssooo, un roncito! ¿O sigo por la línea de la cebada? ¡Tómese un whisky entonces, amigo! Eeesssooo…

00.30
Yuri: “¿Por dónde cree que va a pasar este hueón de la micro?”.
Yo: “¿Cual mic...? Tamare, seguro me va a pedir que corra el auto”.
Micrero (llamando): “¡El del auto verde…, el del auto verde!”.
Yo: “¿Yo?”.
Micrero (con toda calma): “A ver si echa su auto para atrás y después lo sube un poco a la vereda”.
Yo: “Pero cómo… Imposible”.
Presión popular: “Sí, échelo para atrás y sube las ruedas de la derecha a la vereda”.
Yo: “GLUP”.

Sentado frente al volante, ron de 45 grados en guata, freno de mano bien puesto, motor en marcha, calle empinada en 45 grados, primera, el taxista de atrás colocando cosas en su maletera, soltar despacio el embrague (se me va el auto para atrás y le corto la piernas a este pelotudo, pienso). ¡Eeepaaa!: se me apaga el motor y se me va el auto para atrás, pero lo freno a tiempo.

Presión popular: “Sáquelo con freno…, y primera, suelte despacio el embrague. ¡Se nota que no es chofer del puerto, jajaja!

Yo: “Ya, no sigo nicagando…, ¿quién lo mueve?”.
Taxista de atrás: “Yo se lo muevo”.
Saludo popular: “¡Eso, bravo, ahí tienen a un verdadero chofer de puerto!”.

Taxista de los cerros de Valparaíso al volante, con determinación ajusta el asiento a su talla, seguramente obra como se debe… ¡eeepaaa!, el auto se le va para atrás y se detiene en el parachoques de su taxi. Tamare. A los autos no les pasó nada, pero de haber estado ese taxista donde estuvo antes, cuando a mí me tocó hacer la maniobra, este pelotudo habría comenzado el año con ambas piernas fracturadas a la altura de sus rodillas.

00.45
Mi mujer: “Oiga usted, ¡bájese inmediatamente de mi auto!”.
Taxista en el auto: “¡Glup!”.
Yo (pensando): “Menos mal que éste era un verdadero chofer de puerto”.

La cosa es que la Xime, mi mujer de ojos turquesa y sonrisa amplia como el océano de allá abajo, corrió el auto en un dos por tres y la micro pasó con el aplauso cerrado de sus pasajeros y de la multitud agolpada en el cerro Cordillera de Valparaíso.

Festejo popular: “¡Bravooo! ¡Hurraaa! ¡¡¡Una mujer tenía que tomar el mando!!!”.
No estoy muy seguro, pero creo que algunos se pusieron a entonar “Bachelet, Bachelet”.