sábado, marzo 31, 2007

El chanchito no voló

Mi hijo Martín nadó y nadó el verano en Rapel y, con ello, se ganó una entrada para asistir, conmigo, a su primer megaconcierto: Roger Waters en el Estadio Nacional. ¿Qué puedo decir de ese espectáculo que no se haya dicho ya? Nada. Tendría que ponerme a inventar adjetivos: magispendo, sobernífico, colopléndido, fenomecotudo... Sólo diré lo que muchos han dicho: que es el mejor concierto de la historia de Chile, que Mother, Wish you were here y todo lo demás sonó tal cual Pink Floyd, que los efectos especiales fueron sensaciotásticos, que vimos con piel de gallina la cara oscura de la luna y que el chanchito rosado -con frases de Parra y otros- voló por los cielos de Santiago hasta perderse en el firmamento.
- Parece que hay olor a cuete, Martín -le dije a mi hijo, como haciéndome el tonto, en el intermedio de 15 minutos exactos, mientras nos sentábamos en la cancha.
- ¿Parece?, me respondió.
No es de muchas palabras, mi hijo Martín, a sus 17 años.
Hoy, sábado 31 de marzo, no pude ir a La Piojera. Un compromiso ineludible me mantuvo a una cuadra de mi casa. En la esquina de El Vergel con Los Leones, lugar en el cual por muchos años estuvo radicado el Colegio Latinoamericano de Integración (CLI, ex colegio de mis hijos, entre ellos Martín) y donde hoy hay un gigantesco hoyo que en poco tiempo más se transformará en un gigantesco edificio, se realizó la jornada de conmemoración ciudadana "Con memoria y alegría, adelante por la vida". Y es que desde esa esquina, un nefasto 29 de marzo de hace 22 años y 2 días, fueron secuestrados José Manuel Parada y Manuel Guerrero, posteriormente degollados junto a Santiago Nattino por carabineros.
Sí, el mismo 29 de marzo del "joven combatiente".
Sí, un acto con alegría, vigilado sin necesidad por carabineros.
La idea de los organizadores es que el Consejo de Monumentos Nacionales declare "sitio histórico" el lugar del secuestro de Parada y Guerrero, y dejar allí una huella para que las nuevas generaciones -cobijadas por la sombra de la mole que seguramente levantarán los señores Paz y Froimovich- nunca olviden el testimonio de entrega de esos profesores ni la barbarie de que fue capaz la dictadura de Pinochet y los pacos de Mendoza.
Hoy, en esa esquina a una cuadra de mi casa, frente a la Embajada de Cuba, se levantó un escenario y hubo buena música "latinoamericana". Presentados por los ex alumnos del CLI Adela Secall y Jaime Davagnino, tocaron los horacios Salinas y Durán, Luis Le Bert, Napalé, el Márquez que sigue en Illapu, varios otros que ahora no recuerdo y el tío Leo (herido de bala el día del secuestro), ante algunos centenares de personas.
Y allí estuvo un ejemplar del rosado chancho inflable, regalado especialmente para la ocasión por Roger Waters, quien de su visita a Santiago se llevó aplausos y, en sus oídos totales, los nombres de José Manuel, Manuel y Santiago y la historia de cómo fueron asesinados.
El chanchito -con inscripciones como Parada, Guerrero y Natinno: Nunca Más- esta vez no voló. Ojalá se haya quedado en tierra firme a propósito y que los buenos deseos inscritos en su panza y otras carnes no se conviertan en paté.